"BIG EYES", UNA HISTORIA HUECA

Es esta una película inusual para el tan personal estilo de Tim Burton, creador de un género propio. Burton cuenta una historia basada en un hecho real por lo que en esta ocasión no hay fantasía, ni fábula, ni cuento, ni estética gótica o siniestra. Nos encontramos en los Estados Unidos en los años 50. Se trata de la historia de Margaret, creadora de un curioso estilo de pintura caracterizado por retratar niños de enormes ojos. Margaret (Amy Adams) conoce a Walter Keane (Christoph Waltz) que consigue llevar al éxito la obra de Margaret pero lo hace pretendiendo ser él el pintor. Este engaño se prolonga hasta un momento en el tiempo en el que Margaret le denuncia.
La historia aún teniendo elementos de interés no consigue involucrar.
Es interesante el talento marketiniano de Keans, su personalidad seductora, y Waltz, auténtico actorazo, es perfecto para el papel. Es interesante el debate sobre qué o quién establece si algo es arte o no lo es, (¿sólo es valioso lo que dicen los críticos?), y sobre todo, es interesante ser consciente de este suceso como un ejemplo de feminismo incipiente. ¿Qué falla entonces? Lo que no funciona radica en el personaje de Margaret. Amy Adams tanto por físico como por capacidad interpretativa es sobre el papel una opción perfecta para encarnar a esta mujer inocente, temerosa, necesitada de protección, sometida a su marido. Sin embargo, no conseguimos identificarnos con ella ni empatizar, es de plástico. Parte del problema se debe al guión (Scott Alexander y Larry Karazewski), pero también a cómo la actriz y el realizador lo han encarado. No hay un trabajo sólido de la evolución interior de la protagonista, vemos una sucesión de escenas de "acción -reacción" de ella ante el cada vez mayor dominio de él, pero no se nos cuenta de forma convincente ese momento en el que el cerebro de Margaret "hace click" y se atreve a retar a su marido. Amy Adams no pone la correcta dosis de dramatismo, parece una muñeca, una mujer insustancial y aniñada, sin que podamos penetrar en cómo su personalidad madura y encuentra la fuerza para reivindicar sus derechos. De hecho la vemos hacer cosas y tomar decisiones, pero no sentimos nada. Por contraste, el personaje de Waltz sí tiene una mejor progresión (sería más exacto decir regresión), la alteración de personalidad que sufre según avanza la película está bien retratada aunque en alguna ocasión resulta histriónica.
Resulta curiosa la inexistente disección del personaje femenino, y ese quedarse sólo en lo exterior, en lo que hace, en su correcto vestuario y caracterización, sobre todo cuando la auténtica Margaret está aún viva y ha dado el ok al guión (incluso aparece en una escena), es decir, se ha podido indagar en su historia y motivaciones. 
Burton no acierta tampoco acercándose a la historia en tono de humor/comedia en determinados momentos de la película. Jugar con comedia y drama en una misma pieza es delicadísimo ya que si no se hace bien a menudo se acaba como aquí en un historia que se observa desde la distancia. (Valoración: 5 sobre 10)

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