HACIA LA LUZ: SENSIBILIDAD KAWASE
La japonesa Naomi Kawase ("Aguas tranquilas", "Una pasteleria en Tokio"), escribe y dirige la historia de una chica, Misako (Ayame Misaki) que tiene como profesión hacer audio-descripciones de películas para que personas invidentes disfruten del cine. Por su trabajo conoce a Masaya (Masatoshi Nagase) un fotógrafo que está gradualmente perdiendo la vista.
Kawase tiene predileción por elegir historias duras donde les ocurren grandes desgracias a los protagonistas. La directora tiene una sensibilidad propia a la hora de contarlas de forma emotiva y que invita a la instropección. La historia que nos ocupa es además paradójica: un profesional de la luz que deja de verla. Kawase se adentra en el viaje de ese hombre en su proceso de asimilación y aceptación de la ceguera, un viaje irregular y extremadamente difícil ya que en su caso la pérdida de visión es doblemente dolorosa. Un proceso en el que se agarra a su capacidad de distinguir aún la luz y algunas formas, y donde sufre terror ante la llegada de la completa oscuridad. Las situaciones que plantea el guión para mostrar cómo va encajando el problema son muy acertadas y el actor, que también protagonizó "Una pastelería en Tokio", hace una interpretación muy sobria. En cuanto a la chica su personaje es menos rico, su historia familiar no está demasiado bien hilvanada, aunque resulta muy interesante ver la forma en que el personaje profundiza en su trabajo de audio descripción, como va puliéndolo hasta llegar a un resultado satisfactorio. La empatía que va surgiendo entre ella y el fotógrafo está bien llevada, aunque es previsible la evolución final de la relación entre ambos.
Para algunos el código empleado por Kawase puede resultar en exceso melodramático, un poco almibarado, pero hay que reconocer lo bonita y diferente que es la historia y los muchos momentos de gran belleza que nos brinda la película (los planos donde vemos los últimos retazos de visión del fotógrafo, el grupo de personas disfrutando de una película video guiada). (Valoración: 6 sobre 10)
Kawase tiene predileción por elegir historias duras donde les ocurren grandes desgracias a los protagonistas. La directora tiene una sensibilidad propia a la hora de contarlas de forma emotiva y que invita a la instropección. La historia que nos ocupa es además paradójica: un profesional de la luz que deja de verla. Kawase se adentra en el viaje de ese hombre en su proceso de asimilación y aceptación de la ceguera, un viaje irregular y extremadamente difícil ya que en su caso la pérdida de visión es doblemente dolorosa. Un proceso en el que se agarra a su capacidad de distinguir aún la luz y algunas formas, y donde sufre terror ante la llegada de la completa oscuridad. Las situaciones que plantea el guión para mostrar cómo va encajando el problema son muy acertadas y el actor, que también protagonizó "Una pastelería en Tokio", hace una interpretación muy sobria. En cuanto a la chica su personaje es menos rico, su historia familiar no está demasiado bien hilvanada, aunque resulta muy interesante ver la forma en que el personaje profundiza en su trabajo de audio descripción, como va puliéndolo hasta llegar a un resultado satisfactorio. La empatía que va surgiendo entre ella y el fotógrafo está bien llevada, aunque es previsible la evolución final de la relación entre ambos.
Para algunos el código empleado por Kawase puede resultar en exceso melodramático, un poco almibarado, pero hay que reconocer lo bonita y diferente que es la historia y los muchos momentos de gran belleza que nos brinda la película (los planos donde vemos los últimos retazos de visión del fotógrafo, el grupo de personas disfrutando de una película video guiada). (Valoración: 6 sobre 10)
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