QUE LA FIESTA CONTINÚE: AMOR Y SOLIDARIDAD
El director y guionista nacido en Marsella y de origen armenio Robert Guediguian ("Mali Twist"), escribe el guion y dirige esta película. Marsella 2018. Rosa (Ariane Ascaride) es una enfermera que está a punto de jubilarse. Además de su trabajo en el hospital se dedica a la política, se postula para las elecciones locales, y dedica parte de su tiempo a ayudar en su comunidad. Rosa conoce a Henri (Jean-Pierre Darroussin) y surge inmediatamente una conexión entre ellos.
Esta historia comienza con el derrumbe de varios edificios en el centro de Marsella, un suceso real que tuvo lugar el 5 de noviembre de 2018 y en el que perecieron varias personas. La historia enlaza dos temas. Por una parte, la denuncia de la poca importancia que prestan las autoridades a las condiciones de vida de muchos de los habitantes de la ciudad, y el papel crucial de aquellos ciudadanos volcados en su comunidad y que emprenden iniciativas para intentar mejorar la vida de los demás. Por otra, la historia de Rosa y sus dos hijos. Ella es el pegamento de la familia, su casa el centro de reunión y cuando menos se lo espera, aparece en su vida algo inesperado y bonito, el amor. La película cuenta esta historia de amor, pero la solidaridad y el espíritu cívico están en primer plano, no solo a través de Rosa, también de uno de sus hijos, y de la novia del otro. Quizás eso hace que haya una cierta pérdida de foco, además de parecer un poco forzado que en una misma familia tantos de sus miembros estén tan sumamente implicados en la comunidad. La forma de contar es naturalista, intentando retratar lo cotidiano y mostrar personas de carne y hueso. El director cuenta con sus actores de siempre Ascaride y Darroussin, que tiene mucha química. El director intenta añadir algún ingrediente de comedia (sobre todo con el personaje del hermano de Rosa), no siempre con éxito. A la narración en ocasiones le falta ritmo. (Valoración: 6 sobre 10).
Esta historia comienza con el derrumbe de varios edificios en el centro de Marsella, un suceso real que tuvo lugar el 5 de noviembre de 2018 y en el que perecieron varias personas. La historia enlaza dos temas. Por una parte, la denuncia de la poca importancia que prestan las autoridades a las condiciones de vida de muchos de los habitantes de la ciudad, y el papel crucial de aquellos ciudadanos volcados en su comunidad y que emprenden iniciativas para intentar mejorar la vida de los demás. Por otra, la historia de Rosa y sus dos hijos. Ella es el pegamento de la familia, su casa el centro de reunión y cuando menos se lo espera, aparece en su vida algo inesperado y bonito, el amor. La película cuenta esta historia de amor, pero la solidaridad y el espíritu cívico están en primer plano, no solo a través de Rosa, también de uno de sus hijos, y de la novia del otro. Quizás eso hace que haya una cierta pérdida de foco, además de parecer un poco forzado que en una misma familia tantos de sus miembros estén tan sumamente implicados en la comunidad. La forma de contar es naturalista, intentando retratar lo cotidiano y mostrar personas de carne y hueso. El director cuenta con sus actores de siempre Ascaride y Darroussin, que tiene mucha química. El director intenta añadir algún ingrediente de comedia (sobre todo con el personaje del hermano de Rosa), no siempre con éxito. A la narración en ocasiones le falta ritmo. (Valoración: 6 sobre 10).
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