LA TRINCHERA INFINITA: MUERTE EN VIDA
Los 3 directores vascos autores de “Loreak” y “Handia”: Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Maria Goenaga dirigen esta historia. Comienzos de la Guerra Civil. Higinio (Antonio de la Torre) es perseguido por haber sido concejal en la República. Con la ayuda de Rosa (Belén Cuesta), su mujer, permanecerá escondido durante años.
Esta triada de directores tiene el arte de contar historias que reflejan el alma de sus protagonistas. Cuidan hasta el último detalle de cada plano, cada pequeño gesto, o elemento está elegido con gusto, ese preciosismo crea espacios muy bellos y que las historias sean de verdad. El guión, muy sólido, alterna muy bien el miedo, los momentos casi de thriller, con aquellos otros más íntimos donde nos ponemos en los zapatos de Higinio gracias al gran maestro Antonio de la Torre, y entendemos su forma de sobrevivir con la constante espada de damocles de ser descubierto. La historia es muy real y fiel a lo que debió ser la vida en un pequeño pueblo pequeño de Andalucía durante los años de la post-guerra, las rencillas personales, muchas veces por encima de cuestiones políticas, el estado de miedo silencioso. Los dos personajes centrales tienen una gran evolución. La vida les pasa por encima. De la Torre ("El reino", "Tarde para la ira"), un actor al que nada se le resiste, y Belén Cuesta ("La llamada") que borda también su papel, son una pareja que ha de vivir una situación límite que se extiende tremendamente en el tiempo. Su forma de relacionarse, sus altibajos, de dónde a dónde va pasando la fuerza en la pareja es algo que cambia durante los años. Sus diálogos son la vida misma. De la Torre en un personaje cuya fuerza y personalidad original va mutando y quedándose casi tan reducida como el espacio en donde puede moverse sin ser descubierto. Sufrimiento, miedo, frustración.. todo eso vemos en su cara, sus ojos, su forma de moverse. Belén Cuesta en un personaje precioso con la resignación y capacidad de sacrificio tan propia de las mujeres de la época, pero con mucha fuerza para aguantar ese asedio infinito.
La producción es impecable pero hay que destacar especialmente el trabajo de fotografía de Javier Aguirre, que entraña la dificultad de acompañar a este hombre emparedado. Se agradece que siendo una fotografía totalmente creíble no nos oculte la interpretación de Antonio de la Torre. También es remarcable la dirección de arte, y el trabajo de sonido. (Valoración: 8. 5 sobre 10).
Esta triada de directores tiene el arte de contar historias que reflejan el alma de sus protagonistas. Cuidan hasta el último detalle de cada plano, cada pequeño gesto, o elemento está elegido con gusto, ese preciosismo crea espacios muy bellos y que las historias sean de verdad. El guión, muy sólido, alterna muy bien el miedo, los momentos casi de thriller, con aquellos otros más íntimos donde nos ponemos en los zapatos de Higinio gracias al gran maestro Antonio de la Torre, y entendemos su forma de sobrevivir con la constante espada de damocles de ser descubierto. La historia es muy real y fiel a lo que debió ser la vida en un pequeño pueblo pequeño de Andalucía durante los años de la post-guerra, las rencillas personales, muchas veces por encima de cuestiones políticas, el estado de miedo silencioso. Los dos personajes centrales tienen una gran evolución. La vida les pasa por encima. De la Torre ("El reino", "Tarde para la ira"), un actor al que nada se le resiste, y Belén Cuesta ("La llamada") que borda también su papel, son una pareja que ha de vivir una situación límite que se extiende tremendamente en el tiempo. Su forma de relacionarse, sus altibajos, de dónde a dónde va pasando la fuerza en la pareja es algo que cambia durante los años. Sus diálogos son la vida misma. De la Torre en un personaje cuya fuerza y personalidad original va mutando y quedándose casi tan reducida como el espacio en donde puede moverse sin ser descubierto. Sufrimiento, miedo, frustración.. todo eso vemos en su cara, sus ojos, su forma de moverse. Belén Cuesta en un personaje precioso con la resignación y capacidad de sacrificio tan propia de las mujeres de la época, pero con mucha fuerza para aguantar ese asedio infinito.
La producción es impecable pero hay que destacar especialmente el trabajo de fotografía de Javier Aguirre, que entraña la dificultad de acompañar a este hombre emparedado. Se agradece que siendo una fotografía totalmente creíble no nos oculte la interpretación de Antonio de la Torre. También es remarcable la dirección de arte, y el trabajo de sonido. (Valoración: 8. 5 sobre 10).
El guión es bueno, sí y las interpretaciones, maravillosas. Pero como dices al final, el trabajo del equipo de sonido es soberbio. Es tan íntimo que parece que estuvieras realmente dentro de su casa.
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